Rodrigo López
AlfareríaLa comunidad cubeo, se caracterizan principalmente por la elaboración de objetos de cestería que se usan principalmente en la comunidad para servir o transformar alimentos propios de la zona, de igual manera, las mujeres se didican a la elaboración de piezas en barro a través del oficio de la alfarería con piezas que resaltan las técnicas de ahumado negro con hojas y aplicación de minerales de colores en altos y bajos relieves generando una identidad característica a cada diseño
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La comunidad cubeo, se caracterizan principalmente por la elaboración de objetos de cestería que se usan principalmente en la comunidad para servir o transformar alimentos propios de la zona, de igual manera, las mujeres se didican a la elaboración de piezas en barro a través del oficio de la alfarería con piezas que resaltan las técnicas de ahumado negro con hojas y aplicación de minerales de colores en altos y bajos relieves generando una identidad característica a cada diseño.
El día en que su padre murió, Rodrigo López entendió la importancia de preservar las tradiciones del pueblo cubeo. No había prestado atención a las historias que su padre le contaba de niño y le dolía perder el conocimiento.
Al poco tiempo y con tan sólo 30 años, lo nombraron líder de 25 comunidades cubeas en el Vaupés. pero cada vez que las visitaba le quedaba un sin sabor. Las costumbres y la elaboración de utensilios tradicionales se estaban perdiendo y a los jóvenes no les interesaba continuar el legado de la alfarería y la madera.
Una tarde, cuando regresó a su casa en la comunidad cubay en Mitú, encontró a su madre haciendo una olla de barro. A Rodrigo esa imagen le iluminó el camino. Entendió que era vital rescatar el conocimiento de la alfarería de barro azul y blanco para inspirar a las nuevas generaciones a continuar con la artesanía.
Según las creencias de los cubeos, fue una boa la que dio a luz a su pueblo. Para conseguir el barro azul que se obtiene únicamente entre diciembre y enero, las mujeres visitan al sabedor, quien les brinda una protección especial. Luego deben pedirle permiso a la boa, dueña del barro, para evitar males y enfermedades. Si tienen permiso, sacan unos 500 kilos, que alcanzan para la producción todo el año.
El barro lo mezclan con el polvo que sale del palo del cemento molido y después, comienzan a crear las formas con las manos. Con piedras amarillas se pulen las piezas, para luego secarlas y llevarlas al horno. El resultado son singulares objetos de cerámica naranja. Con el barro blanco, que da unas piezas grises, realizan el mismo proceso y piden permiso al cangrejo, dueño del material.
Los productos tradicionales son las ollas, las tinajas para tomar yagé y las vasijas para curar el veneno y matar animales. Ahora, por temas de innovación, también moldean platos, bandejas y floreros. Para decorar utilizan barros rojos y amarillos que una comunidad indígena cercana les da a cambio de pescado.
Para honrar a su pueblo, Rodrigo se ha dedicado, junto con sus dos hermanos, a investigar los rezos, danzas y tradiciones cubetas, pero también ha tomado con seriedad la artesanía a la que su padre le dedicó la vida: la elaboración de butacos pensadores, ideales para meditar, y la talla con madera de guantoco de diferentes bandejas y contenedores.
Con más de 40 años, hoy sueña con entusiasmar cada día a más jóvenes que estén preparados para recibir y preservar el antiguo conocimiento del barro de la boa.