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Milán - Caquetá

Flérida Gutiérrez Gasca

Tejeduría

La tejeduría en fibra de Cumare es común a todos los pueblos indígenas de la Amazonía y los Llanos Orientales. Con esta técnica el Grupo Artesanal Koreguaje elabora mochilas, hamacas, manillas y collares en semillas.

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Descripción

La tejeduría en fibra de Cumare es común a todos los pueblos indígenas de la Amazonía y los Llanos Orientales. Con esta técnica el Grupo Artesanal Koreguaje elabora mochilas, hamacas, manillas y collares en semillas. 

Flérida Gutiérrez Gasca es una artesana del municipio de Puerto Milán en el departamento de Caquetá. Ella fue la primera cacique mujer Coreguaje, un cargo que ocupó durante 15 años, y también ha sido maestra de la escuela de su comunidad. Se siente orgullosa de ser artesana de palma de cumare porque con su trabajo ha criado a sus dos hijos y ha ayudado a muchos otros necesitados. 

En la Iglesia de Florencia se casaron sus padres, que en ese momento vivían en el resguardo de San Antonio de Getuchá. Tuvieron tres hijos y tres hijas, una de ellas es Flérida. Vivían en su choza de 12 metros, de cielo raso tejido de paja a modo de peine. Su madre, artesana, se encargó de enseñarles a las mujeres cerámica y tejeduría de mochilas y hamacas. Su padre les mostró a los varones cómo tallar la madera y tejer hamacas. 

Él sembraba maíz, arroz, plátano y yuca, también pescaba con arco y con cuerdas. Sus padres se esforzaron por darles alimento a base de zumo de yuca, pescado, chicha y guarapo de caña; y también hicieron todo lo posible por brindarles educación en la escuela, que su padre fundó luego de comprar un terreno que llamó Cocará (que significa concha en español). 

Desde que tenía 10 años hasta hoy ha sido el hogar de Flérida, aunque para ayudarle a su familia trabajó cinco años en una casa en Florencia y así aprendió a hablar un poco de español. Luego regresó a su tierra a jornalear y a tejer mochilas y collares. Ya cumplió más de 60 años.

La tinaja de barro para mantener el agua fría fue su primera creación como artesana a los 10 años, luego de que su madre le enseñara a trabajar la cerámica. Era su nevera y al mismo tiempo servía para sudar arroz, pescado y carne. Así aprendió a trabajar con greda gris, que se recoge a dos metros de profundidad y se revuelve con corteza de palo para que quede firme y luego se deja secar por 15 días y se quema con leña. 

También empezó a tejer replicando lo que veía de su madre, que trabajaba con palma de cumare, una planta que puede llegar a los 25 metros de alto. Flérida hoy, con la experiencia de los años, corta el cogollo, saca las hojas verdes con la mano, las cocina por 20 minutos, las lava, las pone al sereno y al sol hasta que se sequen y queden blancas, y empieza a hilar. Hay diferentes tipos de tejidos: los nudos morenos o la trabada. 

Una mochila puede tardar dos días de hilado y tres de tejido. Se tintura con hojas del chontaduro para el verde; el achiote para el rosado; el azafrán para el amarillo y la chirindonga para el morado. 

A sus 30 años, cuando estaba vendiendo en la oficina artesanal de Florencia, Flérida recibió la invitación de Artesanías de Colombia para viajar a Bogotá. Fue su primer contacto con el frío y con la feria. Ya lleva más de 30 años vendiendo sus artesanías en la capital. De ahí surge el Grupo Artesanal Coreguaje, en el que están 12 personas, que trabajan a diario mejorando la artesanía y perfeccionando los terminados. Ella busca seguir enseñando y sueña con que fuera del país se hable de la maestría Coreguaje.

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